La muerte como efecto secundario de Ana María Shua

Résultat de recherche d'images pour "ana maria shua"Escritora argentina (Buenos Aires 1951) cuyo verdadero apellido es Schoua; A.M. Shua obtuvo una maestría en Artes y Literatura en la Universidad de Buenos Aires. Escribe microrrelatos , literatura infantil y guiones de cine, adaptando varias de sus novelas al cine: « Los amores de Laurita » y « Soy paciente« . Se la conoce como « la reina de la minificción« . Comenté de ella en este blog Temporada de fantasmas en agosto 2014.

Esta novela de 1997 es la cuarta novela de la escritora: La muerte como efecto secundario fue seleccionada en 2007 entre las 100 mejores novelas de los últimos 25 años por 81 expertos y la lista fue publicada por la revista colombiana Semana.

Estoy de acuerdo con la selección porque esta novela epistolar es impresionante: muy bien escrita, concisa y bien organizada,  pero es la novela más negra y al mismo tiempo más verosímil que uno pueda imaginar.

Estamos en un Buenos Aires futurista donde reina la violencia y el caos,  donde la gente vive en barrios « cerrados » para protegerse, especialmente los ricos. Los otros barrios son « tomados » y la gente marginal que los habita los tiene impracticables por la violencia ambiental. La gente ya no puede pasear por las calles porque los asaltos están a la orden del día y los automóviles tienen que ser blindados para resistir a los tiroteos que surgen de improviso. La gente circula armada. El Estado no tiene ningún poder. En Buenos Aires reina el desempleo, el desamparo y la injusticia por lo que el dinero constituye un  amparo y un bienestar.

Las Casas de Recuperación son un gran negocio, son unos asilos para ancianos  que los conservan en vida a cambio de disponer del dinero de ellos mientras estén vivos, un dinero que se complementa con un subsidio estatal, que aumenta mientras se prolonga la internación, es decir, la vida del anciano. Pero no todos los viejos quieren estar internados, los hay que han fugado y formado una comunidad de Viejos Cimarrones, viejos de los cuales no se tienen más noticias, ni siquiera de su muerte.

El protagonista es Ernesto Kollody, un cincuentón divorciado, con perfil de perdedor que escribe una carta amorosa a una ex-amante al mismo tiempo que se explaya sobre su relación amor-odio con el padre, este padre que lo ha ridiculizado toda su vida porque  Ernesto es un hombre débil físicamente (piernas escuálidas, calvicie, artrosis), pero también psicológicamente porque es la imágen del « hijo eterno » apocado por un padre dominador.

El poder del padre es tan aplastante que para poder vivir, Ernesto decide matarlo : la muerte como resultado, como efecto de la opresión. La historia transcurre en una sociedad en la que vivir y morir son efectos. Efectos de un  sistema neoliberal. En un mundo donde todo es simulación y apariencia, el dolor y la muerte se presentan como el único espectáculo real. La muerte se organiza como un espectáculo circense que se vende. Las muertes y las agonías son filmadas como reality shows, son una mercancía porque son valorizadas por la gente.

No existen detalles positivos en esta novela, todo es negro y negativo, solo que a veces hay un poco de humor . Me parece que hay  una voluntad subliminal  de la escritora por saldar cuentas con los complejos y soterrados sentimientos  de amor/odio hacia los padres.

Voy a citar algunos párrafos para dar una idea de la negrura y del cinismo del texto.

Página 29…Nadie puede humillarte como tus padres. Nadie más en el mundo tiene ese gigantesco poder: el mismo que tenemos sobre nuestros hijos. Nadie como tus padres puede exhibir en público tus miedos más secretos cuando sos chico. Nadie como ellos puede recordarte después, en tu vida de adulto, las promesas de tu infancia, los ideales que empuñaste en la adolescencia. Nadie como tus padres para conocer tus puntos flacos.

Página 33…Mamá tenía la mirada opaca, indiferente. Ella siempre vivió un poco así, como envuelta por una nube que le velaba los sentidos, los sentimientos – sobre todo el placer y la alegría – , pero también los colores y parte de la realidad. Me asombraba, sin embargo, no verla retorcerse las manos con desesperación, no entregarse al dolor, la única sensación que la mantenía lúcida.

Página 48…Mi hermana (Cora) en cambio nunca pudo desprenderse de ese gancho que la tenía sujeta desde su nacimiento. Cora había venido a llenar  el espacio que se ahondaba entre mis padres y su destino fue enredarse con papá en una madeja de amor y odio que terminó por absorber toda su energía vital. Nunca pudo irse de la casa, nunca pudo inventarse una historia distinta de la que habían planeado para ella, esa vida estéril que al mismo tiempo le reprochaban, refregándole su fracaso. Papá usó todos sus recursos para ejercer control y poder sobre nosotros: nos atormentaba con la culpa, nos penalizaba con el castigo, usaba el poder de su fuerza física cuando éramos chicos y el de su dinero cuando fuimos grandes. Era capaz de aunar el dominio del torturador y el de la víctima. Nos controlaba usando la mentira , la verdad, la inteligencia y el sabio conocimiento de nuestras debilidades y deseos. También nos quería: apasionadamente. Sólo para él.

¿Mamá? Solo en la adolescencia empezamos a darnos cuenta de que papá imponía los castigos y mamá los administraba. Papá aparecía siempre salvándonos de una situación que él mismo había ideado. Verse obligada a castigarnos era el castigo  que recibía mamá. La influencia de mi padre sobre ella era enorme. Mamá creía que si no obedecía sus órdenes en cuanto a nuestra educación, ella sería responsable de los hechos terribles que destruirían nuestras vidas. Iríamos a la cárcel, sufriríamos accidentes o mutilaciones, quedaríamos para siempre inválidos, moriríamos si ella no aprendía a controlarnos, a limitarnos, a dominarnos con un sistema de penalidades que él inventaba para nosotros. Papá usaba su conocimiento de nuestros miedos para inventar castigos. Se trataba de fortalecer nuestro carácter.(página 166)

Cuando fui mayor, tuve la sensación de que la única forma que mamá había encontrado, en su enorme debilidad, de enfrentar a mi padre, era convertirse en una especie de peso muerto, un lastre que él debía arrastrar en la vida.(pg 167)

Una brillante novela negra con un final original y sorprendente que no divulgo para proteger el placer de lectura . Una novela que conlleva una profunda reflexión social y política porque da cuenta de una desintegración social. Una novela de anticipación de un tipo particular de ciencia ficción, una utopía negativa como la de Orwell donde el horror brota de un estado de cuasi anarquía.

« Es pues un enamorado que habla y dice » citaremos en epígrafe esta frase de Roland Barthes porque son las palabras con las que Barthes abre su obra « Fragmentos de un discurso amoroso« , exactamente como Ernest Kollody-narrador y protagonista comienza esta novela, escribiéndole a su amada.

LA MUERTE COMO…, Emecé 1997,  ISBN 978-950-04-3069-2

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