La llama doble de Octavio Paz

Octavio Paz — Wikipédia

Octavio Paz fue un poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano (Ciudad de México 1914-1998). Premio Nobel de Literatura 1990. Su obra es extensa y abarcó géneros diversos con poemas, ensayos y traducciones. Estuvo casado en primeras nupcias con la escritora Elena Garro a quien le leí el interesantísimo libro Los recuerdos del porvenir. Contrajo enseguida dos otros matrimonios.

En 1945 llegó a Paris, donde permaneció hasta 1951 conociendo a los surrealistas y publicando en 1950 en Paris su libro El laberinto de la soledad, ensayo antropológico sobre los pensamientos y la identidad mexicanos. La Biblioteca Cervantes de Paris lleva su nombre.

 2014 es el Año de Octavio Paz en virtud de que el 31 de marzo 2014 se cumplieron 100 años del natalicio del escritor. Se destaca que sin la obra de Paz y sus aportaciones teóricas, sería difícil comprender la vida cultural de Hispanoamérica, y al igual que otros escritores como Juan Ramón Giménez, Vicente Huidobro, Cesar Vallejo o Pablo Neruda, abrió caminos para nuevas generaciones del siglo 21. La aportación intelectual del escritor abarca la filosofía, la poesía, el ensayo, la historia, el arte, las relaciones internacionales, la música, y, « a semejanza de los sabios griegos, trató de llegar a la totalidad del conocimiento ».

Sus premios son legión, además del Nobel, se le otorgó el Cervantes en 1981. Su obra ensayística es vasta y variada (28 títulos !). La llama doble es un ensayo erudito, escrito a los 79 años y publicado en 1993, sobre el amor, el sexo y el erotismo; es un libro magnífico, poderoso, interesante y docto. Reúne anotaciones de décadas que Octavio Paz va a plasmar en el papel con toda su madurez, experiencia, lucidez, conocimiento y ponderación, lo que hace que el resultado sea aún más interesante, incluso si encontré que algunos pasajes hacia el final del libro, resultaban demasiado alargados y redondantes. El material acumulado es notable y les haré una selección completamente parcial y arbitraria  que asumo enteramente  y que dará a algunos, espero,  el deseo de leer el ensayo in toto.

Para empezar, sobre el título hay un párrafo que me gustó mucho. La llama doble según el Diccionario de Autoridades es :  « la parte más sutil del fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y ésta, a su vez, sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida.

 El testimonio poético nos revela otro mundo dentro de este mundo. Los sentidos, sin perder sus poderes, se convierten en servidores de la imaginación y nos hacen oir lo inaudito y ver lo imperceptible. ¿ No es ésto, por lo demás, lo que ocurre en el sueño y en el encuentro erótico? Lo mismo al soñar que en el acoplamiento, abrazamos fantasmas. Nuestra pareja tiene cuerpo, rostro y nombre pero su realidad real, precisamente en el momento más intenso del abrazo, se dispersa en una cascada de sensaciones que, a su vez, se disipan.

Hay una pregunta que se hacen todos los enamorados y en ella se condensa el misterio erótico ¿quién eres? Pregunta sin respuesta…Los sentidos son y no son de este mundo. Por ellos, la poesía traza un puente entre el ver y el creer. Por ese puente la imaginación cobra cuerpo y los cuerpos se vuelven imágenes. La relación entre poesía y erotismo es tal que puede decirse, sin afectación que el primero es una poética corporal y que la segunda es una erótica verbal. Ambos están constituídos por una oposición complementaria. El lenguaje es capaz de dar nombre a lo más fugitivo y evanescente: la sensación;  a su vez, el erotismo no es mera sexualidad transfigurada: metáfora. El agente que mueve lo mismo al acto erótico que al poético es la imaginación. Es la potencia que transfigura al sexo en ceremonia y rito, al lenguaje en ritmo y metáfora. La imagen poética es abrazo de realidades opuestas y la rima es cópula de sonidos: la poesía erotiza al lenguaje y al mundo porque ella misma, en su modo de operación, es ya erotismo. Sexo, erotismo y amor son aspectos del mismo fenómeno, manifestaciones de lo que llamamos vida. El más antiguo y básico de los tres es el sexo. Es la fuente primordial. El erotismo y el amor son formas derivadas del instinto sexual: cristalizaciones, sublimaciones, perversiones y condensaciones que transforman a la sexualidad y la vuelven, muchas veces, incognoscible. Ante todo, el erotismo es exclusivamente humano: es sexualidad socializada y transfigurada por la imaginación y la voluntad de los hombres. El erotismo es invención, variación incesante: el sexo es siempre el mismo. El protagonista del acto erótico es el sexo, o más excatamente, los sexos. En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y siempre activo: la imaginación, el deseo. El erotismo es ante todo y sobre todo sed de otredad. Y lo sobrenatural es la radical y suprema otredad,  la línea que señala la frontera entre el amor y el erotismo. El amor es una atracción hacia una única persona: a un cuerpo y a una alma. El amor es elección; el erotismo aceptación. Sin erotismo no hay amor, pero el amor traspasa al cuerpo deseado y busca al alma en el cuerpo y, en el alma, al cuerpo. A la persona entera. Una de las funciones de la literatura es la representación de las pasiones; la preponderancia del tema amoroso en nuestras obras literarias muestra que el amor ha sido una pasión central de los hombres y las mujeres de Occidente. La sexualidad es animal; el erotismo es humano. Es un fenómeno que se manifiesta dentro de una sociedad y que consiste, esencialmente, en desviar o cambiar el impulso sexual reproductor y transformarlo en una representación. El amor, a su vez, también es una ceremonia y representación pero es algo más: una purificación como decían los provenzales, que transforma al sujeto y al objeto del encuentro erótico en personas únicas. El amor es la metáfora final de la sexualidad. Su piedra de fundación es la libertad: el misterio de la persona.

El amor humano es la unión de dos seres sujetos al tiempo y a sus accidentes: el cambio, las pasiones, la enfermedad, la muerte. Aunque no nos salva del tiempo, lo entreabre para que, en un relámpago, aparezca su naturaleza contradictoria, esa vivacidad que sin cesar se anula y renace y que, siempre y al mismo tiempo, es ahora y es nunca. Por esto, todo amor, incluso el más feliz, es trágico.

Montaigne no se equivocó enteramente al juzgar incompatibles la amistad y el amor. Son afectos, o como él dice, fuegos distintos. tampoco la oposición entre amor y amistad es absoluta: no sólo hay muchos rasgos que ambos comparten, sino que el amor puede transformarse en amistad. Por último: el amor y la amistad son pasiones raras, muy raras.[Montaige tuvo una amistad muy fuerte con La Boétie, que muchos tildaron de extraña, pero que existió realmente y que el propio Montaige explicó lacónicamente así: « porque él es él y yo soy yo »].

El impulso amoroso nos arranca de la tierra y del aquí; la consciencia de la muerte nos hace volver: somos mortales, estamos hechos de tierra y tenemos que volver a ella. El amor es vida plana unida a si misma: lo contrario de la separación. En la sensación del abrazo carnal, la unión de la pareja se hace sentimiento y éste, a su vez, se transforma en consciencia: el amor es el descubrimiento de la unidad de la vida. La doble faz de la sexualidad reaparece en el amor: el sentimiento primitivo de la vida es indistinguible del sentimiento no menos poderoso de la extinción del apetito vital, la subida es caida y la extrema tensión, distensión.

¿ Qué ve la pareja, en el espacio de un parpadeo ? La identidad de la aparición y la desaparición, la verdad del cuerpo y del no-cuerpo, la visión de la presencia que se disuelve en un esplendor: vivacidad pura, latido del tiempo. ( Esta es la bella y poética conclusión de Octavio Paz, firmada allá por el 1° de mayo de 1993).

Ensayo erudito y « pensado » que los invito a leer y meditar, porque la especie humana sale (¿injustamente?) engrandecida.

Otro libro reseñado : El laberinto de la soledad.

LA LLAMA DOBLE, Seix Barral (Biblioteca Breve)1993,  ISBN 84-322-0692-X

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